miércoles, 12 de noviembre de 2014

EPN debe irse! La dictadura se volvió imperfecta

¡EPN debe irse! La dictadura se volvió imperfecta
Víctor M. Toledo
La Jornada
11 de noviembre 2014
El país hierve. Vive momentos de una creciente indignación, protesta e insurgencia ciudadanas. El hartazgo de vivir en un país salvaje, ha comenzado a expresarse de manera masiva. Del estamos hasta la madre se ha pasado al que todos se vayan. Como ha sucedido en muchos otros países (Islandia, Egipto, Túnez, Libia, Ecuador, Bolivia), en México la movilización de los ciudadanos y la desobediencia civil de miles o millones realizando acciones concertadas terminará exigiendo la salida no sólo del Presidente de la República y su gobierno, sino de toda la clase política. Contra lo que las mentes conservadoras, temerosas y timoratas sostienen, hoy es factible realizar una revolución sin disparar un arma y/o sin acudir a las urnas, ahí donde la vía electoral ha sido cancelada. Hoy, los medios modernos de comunicación y transporte, junto a la libre difusión de conocimientos y análisis críticos, facilitan las transformaciones por la vía de la ocupación y el control pacífico de espacios, territorios, símbolos. Una nueva concepción de revolución sin violencia parece emerger en el mundo moderno.
La situación de México ha llegado a su límite y los mexicanos han (hemos) dicho ¡basta! La percepción de un país devastado y secuestrado por una minoría de políticos, empresarios y criminales en complicidad se extiende y multiplica por todos los sectores y regiones de la nación. La propaganda política, mercantil e ideológica que había logrado mantener anestesiados a los mexicanos ha sido insuficiente y el sistema (hoy representado por el PRI y los partidos de oposición) se ha obligado a utilizar la fuerza criminal del Estado contra los ciudadanos. La dictadura se tornó imperfecta. Las masacres de Ayotzinapa y Tlatlaya, y sus conexiones con otros sucesos acaecidos en éste y el sexenio anterior, le destapan a la mayoría adormecida y a la opinión internacional, la cloaca en la que se encuentra el país. Y esos dos trágicos escenarios no son sino iconos y expresiones de un contexto que se ha venido construyendo desde al menos la última década. Son el producto tangible de la corrupción que va y viene entre la clase política mexicana, un sector selecto de empresas y corporaciones y el crimen organizado.
Por lo anterior habría que preguntarse no sólo ¿quiénes son los culpables de estas masacres?, sino ¿quiénes son los responsables de los escenarios que las permitieron e indujeron? La dolorosa tragedia de Ayotzinapa se pudo evitar si el PRD no hubiera postulado a un gobernador corrupto y a un empresario de reputación dudosa, cuya esposa y tres de sus hermanos, se sabía desde 2009, estaban ligados al narco. Tampoco hubiera ocurrido ese acto deleznable si los policías que mataron a los dos estudiantes normalistas de Ayotzinapa en una protesta en Chilpancingo en 2012 hubieran sido detenidos y juzgados. Los policías asesinos están libres con la complicidad de todas las autoridades estatales y federales (PGR). ¿Por qué ni el PRD, ni el gobernador de Guerrero, ni la PGR ni el Presidente de la República movieron un dedo para castigar al alcalde de Iguala quien el 31 de mayo de 2013 mató, por su propia mano, a Arturo Hernández-Cardona, dirigente de la Unidad Popular de Iguala, y sus dos acompañantes? ¿Por qué el gobernador del estado de México ensalzó emocionado en un discurso los actos heroicos de los soldados asesinos de Tlatlaya?
No sólo los paisajes de Guerrero están tapizados de fosas; ello ocurre en buena parte del país. No sólo en Guerrero hay o hubo narcogobernadores o funcionarios estatales corruptos, también en Michoacán, Tamaulipas, Tabasco, Coahuila, Puebla, Jalisco, Veracruz y Colima. Y lo más significativo: en el país la situación se agrava, no mejora. EPN está obligado a renunciar no sólo por Ayotzinapa y Tlatlaya (lo que en cualquier país democrático sería más que suficiente), sino porque en sus dos años de gobierno no ha logrado detener la inseguridad, la injusticia y la impunidad. Los datos duros son demoledores. En los dos primeros años de EPN, la inseguridad ha aumentado en relación con lo ocurrido en tiempos de Calderón, en homicidios violentos, secuestros, extorsiones y robos de autos. Las cifras son del Sistema Nacional de Seguridad Pública, es decir, oficiales: 13 mil 155 homicidios dolosos, 907 secuestros, 4 mil 869 extorsiones y 32 mil 462 denuncias de autos robados en 24 meses. El gobierno actual, y al menos los dos anteriores, son responsables de que en México se haya hecho efectiva la popular frase de la vida no vale nada. Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en México se cometen al año unos 12 millones de delitos, de los cuales no se denuncian 85 por ciento y sólo terminan en sentencia uno por ciento. De acuerdo con la Envipe, encuesta sobre el tema que levanta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en 2013 la proporción de delitos impunes fue de 93.8 por ciento, ligeramente superior a los de 2010-2012 que fue de 92 por ciento. Según esa fuente, en el mandato de EPN en 2013 se cometieron 33.1 millones de delitos, que afectaron a 22.5 millones de personas y a 3.64 millones de hogares, uno de cada tres que existen en el país. ¿Qué ciudadano del mundo puede vivir en esas circunstancias?
Esta realidad brutal ha sido expuesta a escala internacional. En una entrevista en Washington, DC, el director para América de Human Rigths Watch, hace en cuatro minutos una devastadora acusación sobre EPN y la gravísima situación que vive México (video: México está en crisis de derechos humanos: HRW). A ello habría que agregar la selectiva, pero permanente represión que el gobierno de EPN realiza sobre líderes sociales, indígenas y ambientalistas en Chihuahua, Quintana Roo, Chiapas, Guerrero, Sinaloa, Puebla, Oaxaca y Michoacán. Mientras, las comunidades del campo y las ciudades siguen tomando las armas, no para desafiar al gobierno, sino simple y llanamente para defenderse y sobrevivir.
México es ya una sociedad sin mecanismos de autocontención, sin justicia ni normas que le hagan una nación civilizada, y el gobierno de EPN ha fracasado e incluso ha abonado para agravar la situación. EPN debe renunciar porque el país se ha convertido en un monumento a la impunidad. Debe dejar un puesto al que llegó de manera ilegítima, mediante la compra masiva de votos y recibiendo enormes sumas en transacciones sospechosas. Y en fin, debe renunciar porque mientras el país se desangra, sufre, se indigna y se incendia, el señor Presidente observa desde los cielos, por la ventanilla de un avión de 7 mil 500 millones de pesos, y sueña con ocupar una casa de 7 millones de dólares que cambia mágicamente el color de sus luces. .http://www.jornada.unam.mx/2014/11/11/opinion/018a2pol

Ayotzinapa: compasión y redención

Ayotzinapa: compasión y redención
Carlos Martínez García
La jornada
Miércoles 13 de Noviembre de 2014
Las multitudinarias manifestaciones que claman justicia en el caso de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa son conmovedores actos de compasión colectiva. El horror no les pasó a ellos, sino también a nosotros. Recordemos que compasión significa padecer con, sentir como propio lo que lacera a los otros y otras.
Es impactante la forma en que la ciudadanía, de distintos trasfondos sociales, políticos, religiosos y económicos, ha hecho suyo el dolor y la indignación de los familiares y amigos de los 43 estudiantes desaparecidos. Y en buena medida es porque la dolencia no surgió aislada y espontáneamente, sino que ha sido provocada por una larga, muy larga, cadena de atrocidades perpetradas desde el poder. Quienes apostaron a que los demenciales ataques contra la integridad de los estudiantes solamente levantarían clamores en Ayotzinapa y sus alrededores, tal vez en otras partes de Guerrero, midieron mal el estado de la conciencia ciudadana.
El ominoso agravio salvajemente operado la noche del 26 de septiembre contra el grupo de estudiantes ha movilizado, para condenarlo, a incontables hombres y mujeres exhaustos de tanta podredumbre política y moral que se ampara en las esferas del poder para medrar contra los intereses colectivos. En medio de todo el dolor que ha llenado calles y plazas emerge una reserva moral que puede guiarnos a nuevos caminos, a reconstruir el tejido social roto por décadas de políticas depredadoras por parte de élites gobernantes.
El ejemplar ejercicio de compasión que internaliza el torturante dolor de los padres y madres de los estudiantes tiene que marcar un antes y un después en varias esferas. Una de ellas es la de la justicia. Necesariamente tienen que pagar penalmente quienes maléficamente orquestaron la desaparición de los estudiantes. En el asunto están implicados personajes que tejieron cuidadosamente la simbiosis crimen organizado/gobiernos de distintos niveles.
Otro espacio social que debe cambiar radicalmente es la forma en que se llega al poder y la forma de ejercerlo. En este proceso la ciudadanía debe intensificar la vigilancia y petición de rendición de cuentas a los gobernantes de todos los partidos y a los representantes populares. Para ello, además de la compasión que hace suyos los ataques infligidos desde los poderes a conciudadanos, es ineludible redimir colectivamente los días aciagos que flagelan al país.
Redimir lo define en su primera acepción la Real Academia de la Lengua Española como rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio. Es urgente rescatar a México, sacarlo de la esclavitud de la corrupción, del ejercicio del poder que redunda en riquezas exorbitantes, del irrespeto a los derechos humanos, de la impunidad que potencia la perpetración de más crímenes, de la galopante pobreza que golpea diariamente a millones de personas, de las redes que explotan sexualmente a mujeres e infantes, de instituciones gubernamentales que no cumplen lo marcado por las leyes que les dieron existencia.
El precio a pagar es que todos los interesados e interesadas en el ejercicio colectivo de trabajar por la redención del país intensifiquemos la construcción de la conciencia crítica, y elaboremos una ruta a seguir en el proceso. No hay que confundirnos ni perder el horizonte hacia el que debe orientarse la justificada indignación que bulle en todos los puntos cardinales del país.
Las marchas que han cimbrado a México, particularmente las masivamente concurridas en la capital de la nación, llaman la atención por su ejemplaridad y espíritu. Los contingentes de universitarios, trabajadores, intelectuales, integrantes de diversos movimientos religiosos y ciudadanía sin vínculos partidistas han elegido abrumadoramente la vía pacífica. A contracorriente está un puñado de quienes atacan patrimonio privado y público, y al hacerlo no solamente afectan o destruyen bienes, algunos de ellos de gran valor simbólico e histórico, sino también perjudican la lucha de la inmensa mayoría que da la cara y muestra su profunda y dolida indignación sin lastimar los derechos de otros ciudadanos.
La lógica incendiaria, sea ésta producto de infiltrados al servicio de intereses gubernamentales y/o partidistas o de justicieros que llamándose anarquistas en realidad deforman los postulados del anarquismo, es peligrosa para el interés de sanear radicalmente a México mostrado por los ríos de gente que una y otra vez han colmado el Zócalo y otras plazas del país. Con sus acciones unos cuantos embozados están saboteando a millones que civilmente dan la cara y públicamente asumen la responsabilidad de sus actos.
La redención de la dolida nación mexicana no admite postergación. Ante nosotros tenemos el kairós, el tiempo oportuno, el punto de quiebre cuando se define la dirección a tomar en la encrucijada por la que nacionalmente estamos transitando. Hay que redimir las estructuras opresivas, liberar de todo lo que maniata la vida digna de la ciudadanía, y hacerlo por vías no violentas
http://www.jornada.unam.mx/2014/11/12/opinion/027a1pol