Miscelánea.
Francisco Javier Contreras Díaz.
“Lo mejor de esta farsa serán las exageradas
mentiras que el susodicho y
gordo canalla nos habrá de contar”
Karl Marx (Herr Vogt).
Ninguna cuestión tan profundamente conmovedora como festejar nuestra plena independencia y terminar con la calumnia de que este amoroso país ha dejado de ser nuestro. Se recomienda colocar en los avisos de ocasión tan portentoso mensaje: este pueblo inundado de políticos con grandeza de alma nos han dado patria. Arrodillémonos ante tanta muestra de patriotismo inmerecido.
Aunque muchos son los macondianos que irresponsablemente tildan de traidores a nuestros ilustres administradores y compinches, que ven en la política el honroso instrumento para desperdigar bien común y nunca para construir generosos manantiales de recursos bien habidos. Degradaremos esa percepción típicamente macondiana.
Las bondadosas compañías mineras han sido un elemento clave para fortalecer nuestra independencia. En correspondencia a su elevado humanismo y solidaridad estamos de acuerdo en que algunos estados y municipios desaparezcan sus pintorescos nombres (Morelos, Miguel Hidalgo) y se rebauticen con otros que les definan y los inserten en la posmodernidad; Goldcorp, Peñoles, Ciudad Bailleres, Estado libre y soberano Slim o Arian Silver. Las cerca de diez millones de hectáreas regaladas a las mineras no desnacionalizan al país, al contrario, permite abolir las novohispanas formas de convivencia y optar por lo verdaderamente perdurable.
Para los geniales artistas de la verdad, las súper reformas sólo han acarreado finanzas públicas sanas, estabilización financiera, detonación del empleo; atrás quedó la precarización laboral, el outsourcing vino a ser un Marqués de Sade para el subempleo y las regresiones salariales. La reforma laboral, eminentemente proteccionista, le ha ganado la batalla a la promiscuidad que implica el ejército delincuencial de reserva. Hoy ofertamos mano de obra calificada que desconoce la noción de subdesarrollo. Hoy los salarios y la permanencia en el empleo demuestran la incondicionalidad de las masas a la escasa extracción de plustrabajo.
Las inocuas discusiones sobre el endeudamiento interno y externo, han pasado a ser patrimonio intelectual de minorías iletradas. Hoy el tema de la deuda y su proporción con respecto al PIB es para insatisfechos que no encuentran espacio para la subversión. ¿Qué representan para los macondianos los sucios 370 mil millones de pesos que se pagarán por concepto de deuda en el 2016, de los cuales 363 mil millones son para pago de servicio de la deuda? ¿Qué representa que una parte sustancial de la deuda esté en manos de extranjeros? Para esta teatralidad de la deuda no es más que la certeza de que Macondo es la decencia encarnada.
Para los detractores, ya inexistentes, la independencia de Macondo es pachanga, es enferiarse como praxis compensatoria a las frustraciones colectivas, es parodiar a Tarzán y desde el balcón central bañar en masoquismo a la plebe ávida de mensajes catastróficos. La independencia de macondo está en los hits expresivos y profundos de Mijares y Emanuel, en la didáctica psicológica de Kalimba, en el erotismo idiomático de las rolas de Daniela Romo. La independencia se esconde tras los labios cerrados de Aleks Syntek, las heroínas de la nueva independencia visual y auditiva son Ha-As en lugar de la anacrónica Josefa Ortiz de Domínguez. El potrillo es la posibilidad de ver y escuchar no al desfasado de Emiliano Zapata, es, junto a Julión Álvarez, los nuevos padres de la patria.
La familia revolucionaria y asociados, estacionados en el centro del universo yquienes detentan el monopolio de la obscenidad para promulgar cada año la independencia de un país que ya no es propio, reiteran masoquistamente la satirización del despojo. La independencia es el rito para orear las bajas pasiones y nos regresa a la fonda disfrazada de restaurant, al desasosiego de estar en el burdel equivocado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario