martes, 8 de diciembre de 2015

Mas deuda para Zacatecas

Miscelánea.

Francisco Javier Contreras Díaz.
7 de diciembre 2015
La cultura de la transparencia y de la respetabilidad se encuentra entre nosotros. Está aquí para que aprendamos de ella como se aprende de una comadre o de un político en campaña. Partimos de la hipótesis de que el monto del préstamo a solicitar debe de ser objeto de extenuantes cabildeos (¿con quién desea negociar paisano diputado?) y que la cita con el sicoanalista se aplace hasta febrero. La economía de Macondo requiere de cinco mil millones de pesos no para pago de servicio de la deuda o para apuntalar campañas políticas. No. La contratación de más deuda es para que nuestros vecinos pobres perciban que nosotros somos las estrellas de la pasarela del endeudamiento.

A nadie debe de impresionar el nivel de endeudamiento. Los mercados financieros nos han dado calificación de excelentes sujetos de crédito pues tienen la certeza de que la deuda será cubierta porque hemos dejado en garantía un penthouse Bellagio y nuestros estados financieros destilan ironía. Por ello no es gratuito el alarde de dominio de la contabilidad imaginativa, nuestra destreza para las operaciones fuera de balance y las mil formas para abandonar el vagabundeo bursátil.

Los macondianos pueden estar tranquilos, pues el desprestigio es para quienes nada saben de empaquetamiento y titulación de derivados, de la maravilla en que resultaron las tasas subprime, la ilusión monetaria o la gestión de herencias. El dominio de las altas finanzas no es para las multitudes, para los Macondo’s Curious en que se han convertido muchos legisladores –que viven una eterna infancia- que no pueden prescindir de su intérprete para sordomudos. El Congreso como un parque temático donde las persuasivas llamadas telefónicas cunden como abrazos prenavideños (¿con qué persona le gustaría tratar paisano?).

El estilo es fondo. Permanecen en un aparador las conversaciones sobre los métodos para acceder a cien mil pesos de la anterior legislatura y el acrecentamiento descomunal de la imagen de los beneficiarios con los chistes malos que inspiraron. Eso fue pedagogía que traspasó barreras ideológicas; aquellas voces son la unión espiritual entre dinero y fuerza de voluntad. El dinero público destinado a comprar voluntades es insustancial, lo verdaderamente vital es la obesidad de las tarjetas de crédito. Lo rescatable de recibir dinero a cambio de votos es que se habita por cinco segundos (lo que dura en alto el índice) una fábula.

Pero si la justicia existe, el endeudamiento debería verse como la felicidad del Niño Dios cuando deposita al lado del zapato un ajuar de Armani, Benetton y un relojillo Longines que cubrirá mi body building. Pero no sólo eso, la deuda refleja el buen gusto en la arquitectura macondiana. El posmodernismo de El Foro globaliza la vergüenza de la Ópera de París. El planeta se achica cuando conoce del portento de iluminación de la Bufa que funde la obsoleta tecnología de Las Vegas. La deuda está cristalizada en la pista de patinaje navideña para el disfrute de quienes detestan el colesterol. La deuda se concreta en un teleférico que deja sin aliento al Taj Mahal y una Plaza de Armas que fue reconstruida pensando en una franquicia de Pizza Hut. Los macondianos no debemos de estacionarnos en el minimalismo de la Sagrada Familia de Gaudí. Para contrarrestar tenemos al Centro de Convenciones y todas las maravillas del planeta serán ghettos pestilentes.

Si se entiende hacia dónde va la deuda, las llamadas telefónicas con sabor sicoanalítico, son pelillos a la mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario