jueves, 7 de enero de 2021

Miscelánea

 

Miscelánea

Francisco Javier Contreras Díaz

 

La maravilla de estrenar año político es que con él llega la creatividad, el ingenio se estresa y la inteligencia llega al límite en lo que a propuestas se refiere. El marketing político se encuentra confinado en los sótanos de la lucidez con el propósito único de confeccionar la frase con más punch, la propuesta que desarme al contrincante y relanzar a Macondistán después de esta leve crisis económica y pandémica que ni cosquillas propuso. Para nuestra fortuna, las franquicias –también apodadas partidos-, que actúan sobre estos florecientes territorios, no requieren de un esfuerzo titánico para convencernos de su capacidad, puesto que la patria suave no acusa graves trastornos estructurales, ya que es de dominio público que se tienen unas finanzas robustas, con superávit de escándalo y reservas que ni en el mejor alucine las concibe China o toda Europa junta. Este panorama vuelve ociosa toda propuesta de mejoría y los políticos pueden dejar de molestar con incendiarios deseos o frases que caerán en el vacío; nada de reformas estructurales que Macondistán requiere o retornar a los maravillosos tiempos del ‘pactismo’ entre empresas electorales (también apodadas partidos), sindicatos patronales y estructuras gubernamentales, que al final resulta ser lo mismo. Una economía que desborda bienestar, seguridad integral, protección ambiental y felicidad insultante a la población no requiere de recursos discursivos; la realidad habla por sí y para sí y lo hace como si fuera parte del espectáculo de medio tiempo del Súper Tazón.

Tiene razón don Tiburcio Gaddafi, miembro insigne del Partido de la Absolución Neonatal (PAN) al sentenciar que “las promesas en tiempos de campaña no son más que el desbordamiento del hastío por la inactividad neuronal, al enterarse cualquier candidato que  todos los ingentes problemas de nuestro amado Macondistán se encuentran resueltos y esto, necesariamente, bajo las actuales condiciones, es ya un agobio a la inversa.” Las preguntas caerán en cascada y el estrés de los elegidos se incrementará cuando visiten portentosas comunidades campesinas y corroboren que tienen un índice de desarrollo paralelo al de Noruega, entonces ¿qué podrán prometer? Un dilema existencial. ¿Qué les podrán ofrecer a estudiantes de barrios marginales si todos se encuentran inmersos en la 8G, utilizan metabases de datos complejas y ya en tercer grado de kínder exhiben un manejo conceptual, filosófico y cuantitativo que pueden construir en Saturno una réplica exacta de su calle? ¿Qué les puede obsequiar la ocurrencia instantánea si las amas de casa tienen en sus alacenas excedentes de quesos suizos y franceses, lácteos orgánicos de Holanda, jamón ibérico, caviar beluga y negro y bolillos suficientes con qué hacer unas ricas tortas, además una inmensa cava de vinos generosos para humedecerse los labios? Quizá los asesores deban de virar la estrategia y prometer un retorno a la precariedad como producto nostálgico dado el nivel de hartazgo que la abundancia nos ha legado.

Las franquicias deben de analizar una lúcida opinión de la insigne y distinguida Francisca (Paquita) Roosevelt quien al verse capturada por los reporteros en inusual restaurant, soltó que “nuestra franquicia política nos ha colmado de riquezas, calidad de vida exuberante, seguridad, empleo de primer nivel. Nadie puede negarlo. Incluso para derrotar al tedio que da el hedonismo en el que nos arrinconaron, todavía trajeron a Mickey Mouse, y a La pequeña Lulú a dar magnos conciertos. Por menos deberíamos añorarlos. Y disculpen que no me ponga de rodillas al invocarles, pero hacerlo sería desintegrar mi felicidad y nostalgia.” Esa es otra perla de la inutilidad de las alianzas pues cada franquicia ha logrado permanecer y rehacerse gracias a esa infinita cascada de beneficios que jamás hubiésemos encontrado en todos los libros de autoayuda.

Resumiendo, si cada macondistiano tiene garantizada una existencia desbordada en bienestar, ingresos insultantes, vivienda hiper digna que hacen ver a Beverly Hills como un barrio para jodidos; disposición de agua de extrema calidad por treinta mil litros diarios per cápita y complejos culturales en cada colonia con un espacio para el erotismo (a propuesta del colectivo multicultural Los Tigres de Eros), que es lo más atrofiado que nos ha dejado el desarrollo, más allá del primer mundo en versión plus. Por lo que, podemos concluir que, los hacedores de lemas y frases para campañas no la tienen fácil y estarán expuestos a que los expulsen del paraíso.

La última y nos vamos. Un reconocimiento a quienes desde el sector salud se la rifan en serio para proteger la vida de todos. Alguien le debe recordar a un suspirante que dentro de Movimiento Ciudadano, efectivamente, no hay personajes racistas ni clasistas. Pura VIP que fetichiza a su esposa mientras come costillas y piensa que los jodidos todavía llegamos a fin de mes con cincuenta mil pesos. Tan insigne senador de MC no se ha dado cuenta que nuestro ingreso promedio es de doscientos mil euros y todavía nos sobra para construir un campo de golf propio.

 

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