Miscelánea.
Francisco Javier Contreras Díaz.
Jamás podremos decir que Macondo
es el lugar de las ocurrencias o del clásico sitio donde nunca pasa nada. En
este reino de lo irrefutable, el paisaje cotidiano son las festividades a la
menor provocación, no como un intento por opacar el desarrollo y la grave
modernización que padecemos, sino para resaltar el símbolo de la prosperidad a
la que nos han llevado –sin solicitarlo- las últimas cuatro administraciones
sexenales cuya característica es que concentran en una sola toda una belleza
transexenal.
Prueba del nivel de desarrollo
alcanzado, que de tanto pareciera surrealista, se dio cuando la tragedia no
logró desbordar la infraestructura y fue admirable el turismo sanitario que se
estableció y se actuó para la postal. Como admirable fue la respuesta
desinteresada e ilimitada solidaridad de la empresa minera dueña de la riqueza
antepasada y presente de esa localidad. Los concesionarios del subsuelo, de
origen humilde todos, al conocer de la desgracia no dudaron en poner a
disposición la flota de aeronaves que rutinariamente llevan oro y plata a
Canadá, para el traslado de heridos a hospitales de Houston y Quebec para su
atención con cargo a la empresa. ¿Más solidaridad y prontitud? Imposible.
Aunque no se requería de tanto voluntarismo: en Mazapil existe la
infraestructura y la capacidad sobrada para enfrentar un evento similar a la
erupción del volcán Kilauea.
También es digna de
reconocimiento y aplauso efusivo la prestancia demostrada por nuestras
autoridades para estar al pendiente de los heridos y sus familiares sin
escatimar esfuerzo o recurso alguno. Eso para que algunas cursis damas
voluntarias y samaritanas, que nunca faltan, busquen eco en primeras planas o
la fama perdurable de los noticieros por algún tipo de apoyo desinteresado. Eso
nunca lo permitirán nuestros administradores. ¿Acaso existe algo más curativo
que la bandera grandota a media asta?
Nuestras autoridades todas, se
dan tiempo para presumir que su versatilidad y capacidad de trabajo les permite
lo mismo recibir a Su Majestad que coronar a la reina de los mineros en huelga
desde hace ocho años en Sombrerete. Una huelga en la mina San Martín que se ha
vuelto invisible después de ocho años, nos recuerda que la Emperatriz de
izquierda y los melancólicos de Agustín de Iturbide no se rozan con los nacos.
Una huelga es seria cuando en las guardias se decoran con desfiles de modas de
reinas y princesas, bronceados chambelanes que tengan el poder de monopolizar
la portada de Cosmopolitan o TV novelas.
Macondo es el ejemplo de que no
hay lugar más serio sobre el globo terráqueo. Lo demuestra el cúmulo de tesis
académicas sobre la clarividencia de la aristocracia que nos provee crecimiento
y desarrollo y que con el poder de su
mente han logrado detener hasta los desastres naturales. Se investiga cómo una
sequía la convierten en aguaceros, cómo el desplome de la producción rural se
vuelve sobreoferta divina o el incremento de los precios lo mutan en gula
colectiva. Por eso, los agremiados al Sindicato Independiente de Trabajadores
del Estado de Zacatecas (SITEZ), no deben de quejarse de que en el gobierno ni
los oyen, ni los ven. Nuestros héroes gubernamentales están para derrotar a
Supermán o descubrir la identidad secreta de Bruno Díaz, no para atender reclamos
salariales o de condiciones laborales de sindicatos que ni a atractivos
turísticos llegan. Esos líderes autóctonos requieren primero aprender a levitar
para ser atendidos o exhibir títulos nobiliarios.
El proceso de deshumanización de
Macondo lo están iniciando aquellos que apuestan a la desnutrición de la imagen
de los próceres que nos dan patria (y nos amenazan con: “y todavía falta
más”). ¿Qué desean estos indóciles? ¿no
valoran que Macondo es el primer territorio que regresó al patrón oro con todos
sus beneficios? ¿no aquilatan que somos un estado con deuda cero y conservamos
un equilibrio en las finanzas públicas y la recaudación impositiva y el gasto
público están atrapados en urnas de cristal? Por respeto a toda expresión de
vida, los integrantes del (agarren aire) Sindicato Único de Trabajadores del
Instituto Zacatecano de Educación para Adultos (SUTIZEA) deben de entender que
la riqueza social está en el analfabetismo, no en la reforestación cultural.
Deben de asimilar que los adultos ignorantes no son crueldad, son la victoria
del modelo que diseñó Victoriano Huerta y cuyos resultados en el PIB se
reflejarán en los próximos cincuenta años. Mejor utilizar a los analfabetos en
las faenas de la neo maquilanización para que acrecienten la barbarie salarial
y, con sus perversos ingresos, adquieran un chalet
a la orilla del Guadalquivir y vivan felices conservando químicamente pura su
ignorancia.
Cuando Macondo se ha transformado
en un teatro del absurdo, en la nación de la frivolidad, la solución a
problemas con profundo sentido social se abordan desde la perspectiva del
tugurio. La terca rebeldía se impondrá y esto que pretende llamarse gobernanza o afecto entre disímiles, terminará
en parodia, que ya es.
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